Retrato íntimo de Fernando Peña
Un hombre que, sin ninguna duda, despertó reiteradas incógnitas y liberó nuevos misterios acerca de su verdadera identidad. Fue de esas personas que tienen algo que los resalta y distingue del resto. Ni mejor ni peor, diferente.
Un hombre que, sin ninguna duda, despertó reiteradas incógnitas y liberó nuevos misterios acerca de su verdadera identidad. Fue de esas personas que tienen algo que los resalta y distingue del resto. Ni mejor ni peor, diferente.
Por: Karina Deschamps
Fernando Peña se declaró esquizofrénico y, el diccionario define a la esquizofrenia como una enfermedad que, en quien la padece, provoca "alteraciones de carácter, comportamiento anormal, llamativo, disgregado del medio social en el cual convive, donde la personalidad se destruye y disocia". "Sufro de esquizofrenia y nadie me cree. Soy obsesivo. No puedo estar sólo y no me gusta estar con gente", explicó el actor y locutor, en una de las incontables entrevistas.Un hombre que, sin ninguna duda, despertó reiteradas incógnitas y liberó nuevos misterios acerca de su verdadera identidad. Fue de esas personas que tienen algo que los resalta y distingue del resto. Ni mejor ni peor, diferente. Trasgresor, homosexual, enamoradizo, absorbente, hiperquinético, desequilibrado, multifacético, ex drogadicto y según él, esquizofrénico. Nació en Montevideo, Uruguay, el 31 de enero de 1963 y trabajó como comisario de abordo, durante 13 años, para una reconocida y prestigiosa compañía aérea. Siempre se destacó por ser un personaje bohemio, a quién poco le interesó la opinión pública. "Soy muy transparente", confesó a una revista extranjera.No obstante, es indudable que sufrió de continuos cambios de estado emocional que además, jugaron a dos extremos: el amor y el odio; la sensibilidad y la frialdad; la timidez y la soltura; la calma y la violencia sin límites. Ni sus personas más allegadas lograron entender muchas de sus reacciones. "Un día es una persona que te recibe con flores y al otro día es un demente", había expresado hace un tiempo un allegado del actor en diálogo con Clarín.com.Se dijo, en muchas ocasiones, que Fernando era una persona violenta. El confesó haber tenido una infancia muy deplorable. Su inclinación hacia la homosexualidad, su mala relación con la madre, a quien llegó a desearle la muerte y sus problemas psicológicos alteraron, en gran dimensión, su estabilidad emocional y su capacidad de autocontrol. Sin embargo, él lo vio de otra manera. "Muchos piensan que yo soy como soy porque carezco de afecto, y se equivocan. La falta de afecto era mucho peor y me hacía hacer cosas mucho peores", declaró en un reportaje para el diario La Nación."Durante mi infancia fui un homosexual sufrido y empecé a jugar con mis voces para superar eso", precisó. El estaba más que seguro que toda su vida fue así, amante del humor negro y de las bromas de mal gusto. Fue un ser sádico, que no tiene límites en su transcurso por la vida. Durante una nota en la revista Gente afirmó: "Toda mi vida tuve una fascinación con la muerte".Desde chico, ya se había dado cuenta de que fingía muy bien, y que lo único que debía hacer era llevar sus condiciones al profesionalismo. Su madre, de carácter potente, se opuso a la decisión de que él sea actor y lo obligó a elegir otra carrera. Ahí fue cuando Peña optó por viajar a Nueva York con el propósito de estudiar aviación.Sin embargo, su dependencia por las drogas y la noche lo llevaron a pasar casi un mes internado, y a ser forzado por su madre a regresar a Buenos Aires. Así fue como se aferró a su carrera artística. "Mamá era muy, muy potente. Yo tenía muy mala relación con ella. Un día la corrí con un cuchillo, la tiré al piso y le pegué. Como ya veía que no la podía matar, casi me mato yo. Mi historia con mamá fue muy jodida. Ahora está muerta, gracias a Dios...La extraño, la quiero, me siento un monstruito por decir esto, pero era ella o yo", confesó en la revista DMODE.Pareciera que la personalidad de Fernando Peña no fue la que todos creyeron conocer. Más bien se vio deshuesada y repartida entre varios de los 17 personajes que interpretó a lo largo de su carrera -Dick Alfredo, la cubana Milagros López, Sabino, Rafael Orestes Porelorti, La Mega, entre otros- que, frente a sus propias inseguridades, formaron parte de su ser."Mis personajes me ayudan a esconder y a sacar muchísimas cosas, especialmente cuando estoy incómodo. Hay cosas que salen de mi boca, pero que no las dije yo, son ellos. Yo consulto con ellos cada paso que doy, tanto en lo personal como en lo profesional. Hay veces que hablo con ellos. Pensar en ir a Sábado Bus, por ejemplo, lo discutí con todos ellos", explicó años atrás a la revista Caras.En una de las funciones de su obra teatral Ezquizopeña, Fernando Peña le tiró un cuchillo al público, lo que posteriormente derivó en un juicio en su contra. Ante ese incidente, Peña le dijo a su director artístico, Wainraich: "Fue Dick, no fui yo. Salí y deciles a los chicos que no jodan con Dick".A pesar de su notoria admiración por ese personaje, Peña dijo que no lo podía controlar. "Dick ha provocado cosas en mí, aunque muchas veces me asusta", exclamó en una conversación que tuvo con el diario Página/12.El personaje más amado por Fernando, la cubana Milagros López (que fue a través de la cual él conoció a Lalo Mir durante uno de los viajes que, en ese momento, el director artístico de Radio del Plata, realizaba por la empresa aérea para la cuál Peña prestaba servicios), influyó muchísimo en su vida personal.Milagritos es un personaje que surgió por la fobia que Fernando sentía al viajar en avión. "Ella me salvó de todo –y exclama-. ¡Ay, Milagros...!. Me dio una mano tremenda; si no fuese por Milagros López, no sé que pasaba en mi vida", dijo en una entrevista publicada en la revista Gente.Podría decirse que en realidad nadie supo si Peña no fue, realmente, uno más de los tantos personajes que él mismo interpretó. Pero hay una certeza y es que, en lo suyo, fue más que una figura.
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