jueves, 18 de junio de 2009

Las cartas de amor del poeta Guillaume Apollinaire Nota de: www.laprensa.com.ar



UN LIBRO REUNE LA CORRESPONDENCIA INTIMA DE GUILLAUME APOLLINAIRE


Las cartas de amor del poeta


14.06.2009 El autor de "Caligramas" le escribió nutridamente a su amante Lou durante ka Primera Guerra Mundial demostrándole un aposionamiento que hoy se puede conocer el volumen que acaba de publicar Acantilado,
Una serie de cartas que el poeta Guillaume Apollinaire envió a su amante Lou durante la Primera Guerra Mundial acaban de ser publicadas en un volumen que lleva por título "Cartas a Lou" y que refleja la intensidad y el ardor del extravagante ensayista y poeta surrealista.
El autor de "Alcoholes" y "Caligramas" conoció a Lou (Genevieve Marguerite Marie-Louise de Pillot de Coligny) en septiembre de 1914, poco antes de incorporarse con el ejército francés (aunque nació en Roma) a la Gran Guerra. De ese encuentro nació una encendida relación a la que le dedicó un conjunto de poemas prodigiosos.
MUJER LIBRE
La mujer tenía entonces treinta y tres años, uno menos que el artista, y estaba divorciada. El, por su parte, andaba ávido de experiencias con que inspirarse para nuevas obras: ya entonces era conocido por su trabajo vanguardista y provocador, como reflejaban algunos de sus títulos, que publicó entre 1906 y 1907 con sus iniciales.
Las misivas, recién editadas en la Argentina por el sello Acantilado, revelan un vínculo plagado de proposiciones, de quiebres, deseos, dibujos y alusiones que dan como resultado una poesía sensual, ensoñada y tierna, en la que Apollinaire consigue un delicado equilibrio entre lo sensible y lo voluptuoso.
A lo largo de 533 páginas, "Cartas a Lou" recoge los anhelos de Apollinaire, pero también parte de su vida en el Ejército, que transcurrió paralela a su relación con Louise. A través de esas cartas, numeradas y fechadas, el lector se hace idea de cómo fueron esos años para el artista, los cambios trascendentales en su vida y su obra, además de la transformación de su amor.
SIN TAPUJOS
Se trata de textos palpitantes, en muchos casos, que desnudan al hombre que fue Apollinaire, no sólo al escritor: en ellos, el francés de origen polaco se muestra tal cual es y retrata a la sociedad en la que vive.
"Tan sólo lamento no haberla conocido antes. Pero no importa, pues amarla ahora es lo mejor de la vida de hoy. No me atrevo a imaginar el futuro, pero el presente es maravilloso porque la amo. Parece asombrarse usted de que no esté celoso. ¿De qué podría estarlo? ¿Acaso puede alguien atenuar la intensidad de mi amor? No, ni siquiera usted. Mi amor no está a merced de sus juegos y su disfrute es para mí la mayor felicidad", escribe el poeta.
"[...Á Te adoro, pero no te conturbes, no te entristezcas, y en los momentos de tranquilidad tampoco hagas bobadas. Eres extraordinaria y me parece que mereces más severidad de la que he ejercido hasta ahora. Ten cuidado, Lou, no me irrites con tonterías, tú que eres digna de no hacerlas, que no debes hacerlas", le ruega en otra carta.
Las cartas se suceden casi a diario desde el 28 de septiembre de 1914. Ese día, el escritor confesará a Lou que la ama, tras haber mantenido un encuentro la noche anterior en casa de un amigo durante una reunión organizada para fumar opio.
SENTIR EN DUDA
Sin embargo, a partir del 6 de diciembre todo cambia cuando Apollinaire parte para Nimes y se incorpora al regimiento de artillería de campaña: su sueño de participar en la guerra se va haciendo más corpóreo, al tiempo que el amor de Lou se desvanece, si es que ella lo amó en algún momento.
A partir de esto, el lector percibe de forma gradual la frustración del artista en cada escrito dado que Lou escribe, pero no con tanta cadencia como el amante desea, y no parece colmar las necesidades del ahora soldado.
Avido lector de Sade, Apollinaire conjugó las antiguas convenciones poéticas del amor con la literatura libertina para situar la carnalidad en el centro de una creación sin límite, un lirismo que estalla en pasión posesiva y generosa, despótica y desprendida a la vez.
El intercambio epistolar se extendió durante un año, salpicado con algún encuentro carnal durante los permisos del poeta, en los que poco a poco se fue apagando el deseo por Lou y se encendió de nuevo por otra mujer, llamada Madeleine Pagés, a quien conoció durante la primera Navidad tras ser reclutado, a la vuelta de su visita a Niza.

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