miércoles, 24 de junio de 2009

El argentino que decidió vivir en un velero en Puerto Madero

El argentino que decidió vivir en un velero en Puerto Madero

Alberto Canessa es hoy el único residente permanente; comparte sus días con extranjeros

Siempre fantaseó con la idea, desde que era chico. Alberto Canessa hoy tiene 68 años y habita en su velero, El Maja, anclado en el Yacht Club de Puerto Madero. Es su única vivienda y reside allí desde 1997, cuando las modernas torres de lado Este del barrio, cruzando el dique, eran sólo un proyecto.

Además de tener "una vista única y privilegiada", según define, fue uno de los pioneros en mudarse al barrio. En Puerto Madero hoy viven unas 8000 personas, "pero cuando yo llegué acá no había nada. Durante años estuve limpiando la cal que volaba de las construcciones", recuerda.

Su vida actual se reparte entre Puerto Madero y el Atlántico. Cuando el barco no está en la marina significa que Canessa ha emprendido alguno de sus viajes. El tiempo que está en tierra, dice, lo utiliza para descansar y planificar su próximo destino. Navegar y recorrer puertos del mundo es su única ocupación. Por supuesto, aclara, vive de rentas...

"Trabajé mucho, me casé dos veces y tuve hijos. Ellos ya están grandes y tienen su vida armada. Mi mujer falleció hace 12 años. Al quedarme solo no dudé: desarmé mi casa en San Isidro y me mudé al barco", cuenta.

El Maja, según los estándares de la náutica, es una embarcación mediana. "Tiene 10,80 metros de eslora por unos 3,50 m de manga", precisa. ¿Cuánto paga de alquiler? Unos 2000 pesos mensuales, lo que incluye agua, electricidad, servicio de lancha. El uso de los vestuarios es gratuito.

En el Yacht Club hay 197 amarras. El valor de alquiler mínimo, para un barco como el del Canessa, es de 991 pesos mensuales. Pero la amarra de vivienda permanente, según explicó a La Nacion Javier Cattaneo, gerente del club, cuesta el doble. Y agregó: "Decidimos aumentar la tarifa hace algunos años para ordenar un poco la situación. Antes había más gente viviendo, pero tenían perros, colgaban la ropa en el barco como si fuera un lavadero o hacían fiestas, y todo eso no está permitido".

Conclusión: sin contar a los extranjeros que viven en sus embarcaciones durante el tiempo que visitan la ciudad, Canessa es el único residente permanente. "Antes éramos un grupo numeroso y era un poco más divertido que ahora. Igual, uno siempre hace amigos en los puertos. La camaradería entre los navegantes es algo muy común", dijo.

Como admite que no es bueno en la cocina, una de las salidas de Canessa es ir a comer por el barrio. "Hay de todo, y no tengo más que cruzar con la lancha y elegir dónde sentarme. Antes pedía más delivery, pero ahora muchos restaurantes ya no ofrecen el servicio hasta la marina."

Una de las escapadas frecuentes del Maja es el puerto de Colonia, en Uruguay. "Voy bastante seguido y aprovecho para quedarme unos días y pasear". El tiempo que dure el viaje, explica, dependerá de un factor clave: el viento. Aunque, generalmente, "demoro entre 5 y 7 horas".

Cuando se trata de travesías más largas, la ruta favorita es el circuito del Atlántico. Canessa siempre escapa del frío, por eso, el mes próximo parte a Brasil. "Me quedo un mes en Angra do Reis y después sigo hasta Recife, para participar de la regata internacional Recife-Fernando de Noronha", cuenta.

El Maja también está listo para zarpar. En realidad, su dueño nunca descuida el velero. "Yo hago todo. Me gusta y lo necesito. Ante cualquier emergencia tengo que saber cómo actuar. El 90% de lo que haya que hacer en el barco corre por mi cuenta. Además, digamos que no tengo ninguna otra ocupación. Ya no trabajo más, gracias a Dios..."

-¿Se mudaría alguna vez a una de las nuevas torres de lujo del barrio?

-El solo hecho de pensarlo me da claustrofobia. Para mí un departamento es como una catacumba. Vivir a bordo es un estilo de vida, y no lo cambio por nada.

"En promedio, el Yacht Club de Puerto Madero recibe unos 15 visitantes por año que se quedan a vivir en el barco mientras dura su estada en Buenos Aires. En general, su estancia varía entre los 30 días y los seis meses como máximo, y la mayoría son extranjeros con más de 45 o 50 años que juntaron algún dinero y deciden cambiar de estilo de vida", cuenta Cattaneo.

"Hace dos meses dejó la marina un panadero francés jubilado, Pierre. Era un tipo bastante solitario que nos acompañó desde julio del año pasado. Hizo muy buenos amigos en la Argentina y cuando se fue del club le organizaron una despedida".

También recuerda la anécdota de una familia que permaneció en el club por dos meses. "Un día me pidieron si les podía conseguir un cocinero, y le ofrecimos uno del club ?cuenta Cattaneo?. Quedaron tan encantados con el chef que se lo llevaron con ellos a recorrer el mundo."

Protagonistas
"Mi mujer murió hace 12 años y mis hijos están grandes. Al quedarme solo no dudé: desarmé mi casa en San Isidro y me mudé al barco"

Alberto Canessa

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